A medida que te alejas de la costa los puntos de luz se van juntando unos con otros, y al final, a lo lejos, sólo queda una tenue línea, que tarda en desaparecer. Por delante queda la oscuridad, un mar completamente negro que se une en algún sitio con un cielo también negro. Por suerte no navego hacia un destino incierto, sino hacia las tan esperadas vacaciones de verano.
Fue un día muy raro, con el cielo que no permitió al sol lucirse como yo hubiera querido. Pero a pesar de todo me obsequió con un leve halo.
Son más de las 10 de la noche y unos nos vamos de vacaciones mientras otros siguen trabajando sin descanso. Estas enormes máquinas del puerto que trajinan contenedores me recuerdan niños jugando con pilas de bloques de madera de colores.
No hay nada que llame la atención. No está pasando nadie por ahí. El día está un poco nublado, pero de repente se abre un claro entre las nubes y la luz se cuela por el rincón.
